El sol nos provee de toda la energía que precisa la naturaleza, incluido los seres humanos. Su energía alcanza la superficie terrestre atravesando la capa de ozono que filtra los rayos más dañinos para nuestro cuerpo.
La radiación solar llega a nuestro cuerpo, con una exposición solar prolongada de forma diaria es capaz de producir lesiones en nuestro organismo, principalmente a nivel de piel y retina.


Para proteger la piel de las radiaciones solares debe utilizarse un protector solar. Existen múltiples variedades de presentación: gel, cremas, aerosoles que permiten una aplicación más uniforme. Los protectores solares se caracterizan por el factor de protección solar (FPS) que ofrecen, es decir, la cantidad de veces que reduce el pasaje de radiaciones solares frente al no uso del producto. Existen protectores solares con FPS de 4 hasta valores de 60, incluso mayores en algunas marcas. Con un protector solar FPS 30 recibimos en 30 minutos la radiación del sol que recibiríamos en 1 minutos de exposición sin colocarnos protector solar.
El protector solar tiene que colocarse en la piel bien distribuido en todos los sectores del cuerpo para lograr una protección total. Debe renovarse cada cierto tiempo, especialmente en caso de baños o lavado de la piel.